En mi anterior reflexión me cuestionaba ¿qué le pasa a nuestra pesca? Y de ahí se desprendía la responsabilidad que tenemos todas las partes en cuidar nuestros mares, en poner medidas que permitan que este bien permanezca para el sustento de tantas y tantas familias que viven de la mar y por supuesto, para el disfrute de todos los ciudadanos del mundo que en las actividades náuticas ven una oportunidad de ocio incomparable. Por tanto, la actitud de todos y las acciones que se tomen, teniendo en consideración una buena gobernanza, va a determinar el futuro de nuestros océanos, de nuestra fauna y flora, de nuestros pescadores y en definitiva el de todos los que tenemos la mar como referencia ineludible en nuestras vidas.
En el mencionado artículo os hablé de la oportunidad de poner los esfuerzos en el estrecho de Gibraltar por múltiples razones: De una parte la posición geográfica, el espacio reducido en comparación con otras zonas de pesca más amplias, la cooperación internacional entre la Unión Europea y un país amigo como Marruecos, la similitud de las flotas que operan y los diferentes usuarios en esas aguas que intervienen, la concreción de las especies que confluyen y la transformación en los últimos años, sobre todo en lo que se refiere al cambio de situación de los stock por la incidencia humana y otras de tipo natural que han modificado el comportamiento en determinadas especies muy específicas, especialmente en el voraz o besugo de la pinta (pagellus bogaraveus) y el atún rojo (thunnus thynnus).
Me vais a permitir hablaros de casos prácticos que nos ayuden a conocer y a reflexionar a todos en estos retos que tenemos que afrontar por derecho, y que nos tienen que llevar a tomar posicionamientos claros y definitivos: La flota pesquera del voraz.
A finales de los 90 en el siglo pasado esta flota ante la situación de la pesquería del voraz y en aras a mantenerla, siendo fundamental en el sustento de sus vidas, decidió poner en práctica medidas de acuerdo con las administraciones públicas, los científicos y el propio sector pesquero. De ahí surgió el Plan de Gestión del Voraz en el que se definía una pesquería (tipo de arte, medidas de anzuelos, vedas, tallas, topes de captura, reducción del esfuerzo pesquero desde la definición de un censo cerrado, etc.) y podemos decir con absoluta claridad que aún cuando consideramos que en todo proyecto y acción pueden existir malas prácticas, aquí no es el caso y puede ser que sea uno de los planes de gestión más certeros, trabajados y serios que hayan podido aprobarse.
Han sido muchos años actuando bajo este plan de gestión, y es por ello que hoy el sector se pregunta si ha merecido la pena tanto esfuerzo para estar ahora así. Mi respuesta no ha se hecho esperar en ningún momento: No solo ha merecido la pena sino que debéis sentiros orgulloso de ese esfuerzo y desde luego tendrá su recompensa. Pero también yo necesito analizar qué ha sucedido y donde está la clave para que ahora casi no haya voraz.
Comenzaremos recordando en el análisis que esta flota comparte caladero con la flota del norte de Marruecos (pescadores que nos han manifestado no solo su preocupación, sino la voluntad firme de trabajar juntos en pro de esta pesquería); que ha aumentado considerable el número de unidades de barcos que se han dedicado a esta especie: De ahí que mientras en la flota del sur de Europa se reducía el censo, en el país vecino aumentaba considerablemente, por lo que debemos deducir que ha existido una sobre explotación en los últimos años, sin que hayamos podido hacer otra cosa que no fuera seguir aplicando un plan de gestión que ha estado cojo al atenderlo solo una parte.
La flota a la que nos referimos del Estrecho se ha dedicado al voraz y circunstancialmente a la pesquería del atún, al ser esta una especie de migradores que en determinadas épocas del año tienen su paso por el estrecho de Gibraltar. No fueron demasiadas toneladas las que se capturaban tradicionalmente por esta flota, en comparación con otras flotas dedicadas de manera específica al atún rojo, pero no es menos cierto que su pesquería ayudó a equilibrar los esfuerzos para mantener el equilibrio en la del voraz.
Esta situación cambió de manera drástica a partir de la distribución de las cuotas del atún rojo por segmentos de flota, quedando para el estrecho una cuota residual que no satisfacía para nada la equivalencia con las capturas tradicionales para una especie que tenía en su paso migratorio esta zona como referencia. Por otro lado hubo buques que perdieron su asignación y todo quedó modificado, empeorando tras los drásticos recortes en esta especie en su plan de recuperación. En este tiempo pudimos comprobar que también sucedió algo en la especie, y si bien existen muchas teorías también yo tengo la mía que voy a obviar en esta reflexión, pero el comportamiento del atún rojo cambió y desde hace unos años, tenemos permanentemente un importante stock de la especie en nuestra zona, tan es así que los científicos han considerado que ésta razón es la que ha motivado el aumento de la comunidad de orcas ibéricas en el estrecho de Gibraltar. Pero aún así no se ha tenido en cuenta este extremo para dar un tratamiento específico para la pesca en nuestra zona.
Finalmente nuestros pescadores tienen otro problema añadido y poco comprendido por quienes tienen la responsabilidad en el control, pues los barcos nuestros ejercen su trabajo en una zona muy pequeña de extensión, con la mayor autopista marítima mundial en su epicentro y preocupados por no rebasar la frontera de las aguas que como todos podemos comprender ni tienen una línea blanca divisoria, ni es una línea imaginaria recta, ni nada que se le parezca y además debe considerarse que en el ejercicio de la pesca influye de una manera importante la marea existente que puede desplazarte hacia un lado y otro de la misma. Es por ello que quienes controlan la posición mediante las cajas azules están permanentemente avisando cuando no concluyen en expedientes sancionadores en el ejercicio del control que ejercen.
Permitidme reflejar como conclusión las mismas razones que los pescadores de Tarifa en Asamblea del Puerto en el mes de abril mostraban ante el presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores, Basilio Otero:
– No pescamos voraces, para los que tenemos cuota, porque no hay, al parecer han sido desplazados por los atunes.
– No pescamos atún rojo que hay por castigo, porque no tenemos autorización para pescarlo y pocas esperanzas nos dan de obtenerlo.
– Salimos a pescar sin un margen de al menos dos millas náuticas en la supuesta frontera con el país vecino, y parece que vamos de asalto.
En definitiva: No pescamos porque no hay lo que podemos, y no podemos pescar lo que hay porque no nos autorizan; mientras estamos viendo como se pierde la ilusión al llevar tantos meses casi sin pescar, sin que a nadie le importe que nos morimos.
Reflexionemos porque a veces la solución no se trata de medidas drásticas sino de hacer converger todas las posibilidades sin que signifique nunca quitar nada a nadie que ya tiene; pero dejar un sector que se hunda es responsabilidad de todos sin excepción.